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Body-Rentals-Castilian

“Cariño, ¿a ti que te parece?” Jean Smith dirigió a su marido la mirada que había dominado con maestría durante casi treinta años. A sus cincuenta y tres años, Jean seguía siendo una mujer atractiva. Alta, pelo en su mayor parte castaño, ojos azules. Seguía una rutina de estricto ejercicio consistente en caminar y nadar que la mantenía en forma. Hacía treinta años y tres hijos que no se ponía un bikini, pero sabía que seguía siendo atractiva. Su metro setenta y cinco de altura intimidaba a los estudiantes de primaria a los que enseñaba desde hacía veinte años, pero tenía que seguir levantando la vista para mirar a su marido.

“Jean, no lo sé. No es como si estuviéramos en baja forma o fuéramos feos o algo así. Bueno, mírate, ¡sigues estando fabulosa!” Mientras Jean tenía su rutina de ejercicios, Thomas Smith había mantenido su esbelta figura gracias a años de trabajo en la construcción y en el negocio de la minería. Continuaba intimidando a la gente con su más de metro noventa de altura. Incluso a los cincuenta y ocho años, seguía infundiendo respeto. Sus ojos de color azul intenso y su rostro de apariencia esculpida se habían mantenido suaves la mayor parte de sus cincuenta años. Tenía el rostro afeitado; dejó su ritual matutino de un afeitado con vapor seguido de una ducha fría cuando era encargado de una explotación minera ya que tenía que levantarse horas antes de que saliera el sol. Ya no lo hacía, pero ahora era algo arraigado a su personalidad. El pelo de Jean era en su mayor parte castaño con incipientes mechas grises; el de Tom era en su mayor parte gris aunque en su permiso de conducir seguía poniendo castaño. Desde su jubilación su abdomen se había vuelto blando; su espalda y hombros le dolían más, pero tenía la confianza en sí mismo de un hombre que paga sus deudas y disfruta de la tranquilidad de la jubilación. Pero tras solo dos años de jubilación se sentía como una muñeca de trapo, cansado y viejo.

Jean frunció el ceño: “¡Pero bueno, desde luego yo no soy fea o estoy en baja forma!” Señaló con su dedo hacia el abdomen de Tom y continuó: “¡no se trata de eso! ¡Voy a celebrar mi trigésimo aniversario de boda en un crucero y también quiero disponer de un cuerpo joven y esbelto! Prefiero tumbarme en la cubierta y pasar el tiempo contigo, pero con un cuerpo de veintitantos imagínate lo que podría hacer en el barco!”.

Tom levantó las manos en señal de rendición. “¡Oye! No digo que esté completamente en contra, pero falta solo una semana para el crucero. Así que ¿qué pasa con nuestros cuerpos durante las dos semanas que dura? ¿Qué podemos hacer exactamente con los cuerpos que tomamos prestados? Lo de los cuerpos va a cuadruplicar el coste de nuestro crucero y quiero saber en qué nos estamos metiendo y qué es lo que estoy pagando con mi dinero”.

Jean Smith dirigió a su marido otra mirada que había dominado con maestría durante casi treinta años y se volvió hacia la comercial que visiblemente tenía dificultades para mantener la sonrisa bajo control. “Jane, mi marido parece creerse los rumores que han circulado estos últimos veinte años. Quizás los dos últimos años de lectura de ciencia ficción lo han vuelto más paranoico.”

Jane sonrió: “Señor Smith, Alquileres de Cuerpos ha funcionado los últimos ocho años sin un solo problema de cualquier clase. Nuestros empleados están preparados para protegerse contra errores de tipo sexual, libres de cualquier alergia y son sometidos a pruebas mensuales. Nuestros empleados mantienen una estricta dieta y ejercicio para mantener la apariencia física y destreza que se espera de un empleado en la segunda mitad de sus veinte años. Sólo alquilamos grupos de dos empleados para parejas y ambos son sometidos a un reconocimiento médico completo antes de que se firmen los contratos de alquiler. En cuanto al coste de nuestros servicios, la mitad de la tarifa es la compensación que reciben nuestros empleados por el privilegio de usar sus cuerpos. Durante su crucero, sus cuerpos no abandonaran nuestras instalaciones y nos sumamos a cualquier régimen que sigan ya, sus cuerpos serán tratados con el máximo respeto. Puedo organizarles una visita a nuestras instalaciones para disipar cualquier miedo que puedan tener.”

* * *

“Mira cariño, son unas instalaciones modernas”. Jean y Thomas Smith quedaron maravillados ante la complejidad de las instalaciones. Era sencillo distinguir a los empleados de los clientes. Los empleados iban a la moda con prendas sugerentes, con las últimas tendencias y ninguno de ellos aparentaba más de treinta y cinco años de edad. Leían, miraban la televisión, usaban portátiles, jugaban y realizaban varios ejercicios suaves. Los clientes, o para ser más precisos, los cuerpos de los clientes, eran un muestrario de material norteamericano, todos vestidos con monos de color blanco hueso, prácticamente haciendo lo que hacían los empleados. Las instalaciones en su totalidad parecían tener el tamaño de un almacén de cuatro pisos de altura.

Jane detuvo la visita para enseñarles a los Smith una zona común donde algunos clientes jugaban a las cartas con unos empleados. “Señor y señora Smith, aquí es donde sus cuerpos serán depositados mientras dure su crucero”. Los clientes y los empleados levantaron un momento la vista y continuaron con la partida.

Jean lo observaba con asombro; sabía que su marido estaba adoptando su punto de vista.

Tom preguntó: “¿así que podemos hacer de todo con los cuerpos de alquiler”.

Jane respondió: “Dentro de los límites de lo razonable, señor Smith. El sentido común se impone aquí, nada de tatuajes u otras alteraciones en el cuerpo de los empleados, nada que ponga en peligro el cuerpo del empleado. Aparte de eso, puede considerar el cuerpo como suyo durante la duración del alquiler”.

Thomas sonrió: “Si lo rompes lo pagas, ¿no es eso?”.

La sonrisa de Jane se esfumó. “No exactamente, si el cuerpo del empleado sufre algún daño mientras esté a su cuidado sería responsable legal de las acciones necesarias para devolver el cuerpo a su estado original. También se compromete a abstenerse de cualquier droga recreativa excepto del café y del alcohol. También está prohibido fumar: no alquilamos empleados a fumadores. No se preocupe, un alquiler de dos semanas en un entorno controlado como un barco de crucero no es demasiado. Por este motivo trabajamos exclusivamente con la industria de los cruceros”. Jane levantó la mirada ante el sonido de unos pasos que se acercaban. “¡Ah! El director de operaciones se encuentra disponible para verles ahora”.

Un hombre de unos cuarenta años, con el pelo alborotado se acercaba a los tres. “Señor Smith, señora Smith, soy el doctor Terry Terries, director y médico jefe de Alquileres de Cuerpos. Pasen a mi oficina y veré si puede resolver cualquier duda que les haya quedado. Haré lo posible para responder a cualquier pregunta que tengan”.

Tras responder durante treinta o cuarenta minutos a las preguntas sobre el procedimiento, quedó patente que los Smith iban a utilizar los servicios de Alquileres de Cuerpos. El doctor Terries habló por el interfono: “Que suban aquí arriba Connie y Frank para que los Smith puedan conocer a sus receptores durante la duración de su crucero”.

Connie y Frank resultaron ser una pareja de casados de unos veinticinco años; los dos castaños y de ojos marrones. Connie llevaba el pelo por los hombros, Frank muy corto y lucía una perilla. Estaban en una gran forma física y vestían a la moda con prendas sugerentes como los empleados que habían visto en la sala común.

Frank señaló su perilla y le habló directamente a Tom: “Me gustaría seguir teniéndola cuando todo termine”. Frank y Connie charlaron con los Smith mientras llevaban el papeleo y los contratos al despacho del Dr. Terries.

“No necesité tanto papeleo para casarme con este chico” dijo Jean señalando a su marido mientras firmaba el último papel.

Sonriendo, el Dr. Terries respondió: “Esto es todo, su crucero es en nueve días, les veré dentro de ocho. ¡Disfruten de la espera!”

* * *

Los Smith llegaron a las instalaciones dos horas antes de la cita. La semana anterior estuvo llena de sueños sobre la celebración de sus treinta años de matrimonio en un paraíso flotante con unos cuerpos perfectos. La broma recurrente, por supuesto, era que la juventud se desperdicia en los jóvenes . Tom la había utilizado tan a menudo que Jean ponía los ojos en blanco cuando su marido la decía. La semana anterior al crucero, Jean se libró de poner un montón de ojos en blanco. Los Smith experimentaron ambos la espera que el Dr. Terries había pronosticado en varios momentos y lugares de sus vidas. Sin embargo, ese crucero era mucho más de lo que cualquiera de los dos había soñado nunca. Llegaron a Alquileres de Cuerpos llenos de emoción, ambos estaban entusiasmados ante la perspectiva que se les presentaba, ante el absoluto entusiasmo de ser alguien diferente.

Mientras caminaban hacia la entrada de las instalaciones, Jean murmuró a su marido: “Ahora ya sé por qué los juegos de rol son tan populares”. Tom solo asintió, no podía recordar cuando se había sentido tan entusiasmado. Este hecho incluso eclipsaba a los sentimientos de alegría y euforia cuando nacieron sus hijos, incluso se sintió un poco avergonzado ante tal perspectiva. Pero ese crucero en un cuerpo de alquiler sería más emocionante que cualquier otra cosa que hubiera intentado nunca. Algo abochornado, sólo podía imaginarse lo que sus hijos podían pensar o decir sobre esta aventura en la que Jean y él iban a embarcarse. Sabía lo que su hija mayor pensaría, ella se quejaba con frecuencia cada vez que ocurría un nuevo rumor o fraude comercial. Por supuesto, le razonaría que su mujer y él eran adultos y no era asunto de sus hijos lo que hicieran. ¡Jean y él merecían ser felices sin importar el precio! Bueno, en cuanto al precio, habían utilizado algo menos de la mitad del saldo de su cuenta bancaria para los alquileres y el subsiguiente crucero, pero podía ser la única oportunidad que tuvieran de hacer algo así.

Siguiendo las indicaciones del personal, aparcaron su coche en el parking subterráneo de las instalaciones. Pusieron su ropa en un carrito que les entregaron. Era como registrase en un hotel.

El trabajador les dio la bienvenida guiñándoles un ojo a los Smith: “No necesitarán ninguna de sus cosas durante su crucero”.

Jean le miró avergonzada: “¡Pero ellos necesitarán estas cosas mientras estamos fuera!”

“Es cierto, pero Frank y Connie ya les han hecho las maletas. Síganme, por favor”. Y siguieron al empleado hasta la recepción.

El recepcionista sonrió con complicidad a los Smith, comprobando meticulosamente sus documentos de identificación con sus rostros al igual que la información que aparecía en la pantalla del ordenador. “Necesitaremos quedarnos con estas cosas junto con sus llaves y otros efectos personales, sólo en el caso de que los necesitemos por algún asunto relacionado con el seguro. Después de todo, sus cuerpos seguirán siendo los de Tom y Jean Smith si surge una urgencia médica”. El consiguiente examen físico y cuestionario que los Smith tuvieron que superar fue extenso y exhaustivo. Después de pasar tres horas separados, Jean y Tom se reunieron finalmente de nuevo, llevando sus trajes de color blanco hueso recuerdo de su visita de hacía tan solo una semana.

Un hombre que llevaba una bata de laboratorio les explicó el procedimiento: serían sedados en unas camillas con ruedas para su posterior traslado a las auténticas instalaciones. La habitación en la que se encontraban no formó parte de la visita de la semana anterior por razones de secreto empresarial. El proceso completo solo duraría setenta y cinco minutos; después de eso, se despertarían quince minutos más tarde dentro de sus cuerpos de alquiler. Los Smith asintieron al unísono y se tumbaron en las camillas. El técnico con bata de laboratorio les puso una inyección a cada uno de ellos. En pocos segundos, perdieron la conciencia. Mientras todo se volvía negro, Tom miró a su esposa y se sorprendió al ver su sonrisa y una mirada de admiración en su rostro. ¿Podría un nuevo cuerpo cambiar sus sentimientos hacia ella? ¿Afectaría a sus sentimientos hacia él? Mientas se dormía solo pude devolver a su esposa su sonrisa con una de las suyas.

* * *

A Tom le dolía la cabeza… Un ligero dolor de cabeza, nada grave, sólo lo suficiente para que mantuviera los ojos cerrados. Había sufrido dolores peores durante la mayor parte de una década con la espalda destrozada por la minería y la construcción. El dolor sordo en la parte baja de la espalda había desaparecido. Podía vivir sin esos regalitos de una carrera picando rocas y construyendo cosas. Inspiró profundamente, más profundamente de lo que lo había hecho en más de veinte años. Abrió los ojos para ver a Connie (no, no era Connie), era Jean devolviéndole la mirada y cogiéndole de la mano. Definitivamente, era Jean, conocía esa mirada y la había visto perfeccionarse durante los últimos treinta años. No podía ver sus arrugas y el cuerpo de Connie era dos o tres tonos más oscuros que el de su esposa… Pero, ella era su esposa; solo necesitaría algo de tiempo para acostumbrarse a ello. Sabría guardarse el comentario de la arruga para sí mismo. Tom y Jean se miraron detenidamente el uno al otro. Podía sentir como se le aceleraba el corazón, ¿por qué Jean se sonrojaba? Ella recorrió con la mirada su nuevo cuerpo y sonrió con una sonrisa pícara. No le importaba el rostro que tuviera, veía los ojos pícaros de su mujer. Levantó la cabeza para ver lo que ella miraba fijamente para terminar descubriendo que tenía una erección.

Una extraña voz dijo: “¡Este crucero va a ser un infierno!”. La cabeza de Jean se volvió hacia él y una ola de confusión le recorrió todo el cuerpo: ¡aquella voz procedía de su propia boca! Jean abrió la boca para hablar y la cerró inmediatamente. Se le escapó una risita, la risa no era la suya pero solo parecía estar recomponiéndose de la alegría. Cuando Tom se le unió, estaban llorando los dos. La risa se fue apagando; Tom tocó el rostro de Jean para secarle las lágrimas pero sólo consiguió extenderlas por la mejilla.

Jean habló al fin: “Me siento… Me siento torpe, ¿cuándo podremos levantarnos y hacer vida normal?

El técnico respondió de inmediato: “No se preocupe Sra. Smith podrá empezar a moverse en los próximos diez minutos más o menos, pero tómeselo con calma hasta que se acostumbre a su nuevo entorno”.

Tom estaba fascinado por la dulce voz de Jean. No se había dado cuenta de aquella voz cuando era la de Connie. En verdad, empezaba a escudriñar la cara y el cuerpo de Jean. Sentía acelerarse su corazón de nuevo, solo podía pensar: ¡qué guapa es!

Se dio perfecta cuenta de que iba a tener otra erección y cerró los ojos avergonzado. “Va a llevar algo de tiempo acostumbrarse”.

Jean echó una ojeada y comenzó a agarrarlo por la cintura: “Basta ya, tenemos dos semanas para resolver el problema”. El rostro de Jean se congeló, era la voz de su marido, la voz de su marido durante los últimos treinta años y la había dejado fría. Frank se puso de pie con su mono, dentro del cuerpo de Tom y les señaló a los dos con el dedo. Jean se sintió avergonzada al ver a su marido pillándola con otro hombre. Entonces Connie entró en la habitación, dentro del cuerpo de Jean y su vergüenza se transformó en bochorno, sus mejillas se encendieron al instante.
“Tengo que admitir que todo esto es bastante raro”, mientras decía esto Tom se incorporó, parecía tener un mayor control sobre su cuerpo.

Connie sonrió. “No se preocupe Sr. Smith, Frank y yo lo hemos hecho tantas veces ya que no nos desconcierta lo más mínimo”. Tom empezaba a acostumbrarse a oír la voz de su esposa procedente de su esposa, pero no de esta esposa.

El técnico interrumpió su alegría: “Vayan ustedes dos al gimnasio, algunos ejercicios suaves les ayudarán a acostumbrarse a sus cuerpos”. Tom y Jean caminaron sin prisa detrás de Frank y Connie ya que estos les guiarían hasta las máquinas de ejercicio. Aún se estaban habituando a sus nuevos cuerpos y mientras conseguían hacerse con el control completo caminaban torpemente arrastrando los pies; a Tom le recordaba a una de esas viejas películas de zombis. No iban buscando cerebros, únicamente el control de sus cuerpos.

Tras una hora de ejercicio suave, los Smith tuvieron el control total de sus nuevos cuerpos. Quedaron asombrados ante la facilidad con la que realizaban los ejercicios. Dolores de espalda, artritis y una lesión de rodilla ya no eran un aspecto a tener en cuenta.

El Dr. Terries apareció en la entrada del gimnasio: “Es hora de que ustedes dos hagan su maleta y empiecen su aventura”. Los Smith obedecieron y a los cuarenta minutos estaban de camino hacia su barco de crucero en una limusina. Durante el trayecto al puerto, los Smith no pudieron resistirse a explorarse el uno al otro; los cuerpos firmes y tonificados respondían a cada caricia. Era como si se descubrieran el uno al otro y se sedujeran de nuevo.

La ventanilla que los separaba del conductor estaba bajada y le ofrecía a éste una visión perfecta de los Smith. Se aclaró la garganta y les preguntó: “¿Van ustedes de luna de miel?”
Jean soltó una risita pero solo fue capaz de responder con una sola palabra: “¡Aniversario!” antes de que más caricias y arrumacos alejaran su atención del conductor. El personal de Alquileres de Cuerpos les había advertido de que sus cuerpos se verían afectados por las hormonas y una conducta similar era de esperar. Con hormonas o sin ellas, Jean iba a disfrutar de su cuerpo, aunque sólo fuera por dos semanas.

El personal de la compañía de cruceros les ayudó con todos los detalles del embarque y del equipaje. No hubo ningún control de pasaportes o de otro tipo de documento de identificación, de todo ello ya se había hecho cargo Alquileres de Cuerpos. No era necesaria ninguna identificación puesto que cada una de las llaves de su camarote tenía una banda magnética y fotos en tonos grises de sus nuevas caras. Debajo de la imagen, en negrita figuraba su número de habitación y por último sus nombres. Les enseñaron la habitación y pasaron el resto del tiempo que estuvieron atracados en el muelle abrazados y con la mirada fija en el océano.

About Mark Gardner

Mark Gardner lives in northern Arizona with his wife, three children and a pair of spoiled dogs. Mark holds a degrees in Computer Systems and Applications and Applied Human Behavior. View all posts by Mark Gardner

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